sábado, 10 de noviembre de 2012

Historia de las calles 4: Calle Mayor, Plaza Mayor y Plaza de la Villa

Placa de Azulejos indicador
de la Calle Mayor

CALLE MAYOR 

Desde la Puerta del Sol a la Cuesta de la Vega, la calle Mayor ha tenido varias denominaciones. En el plano de Texeira (1656) aparece con cuatro nombres: Mayor, de Sol a las plazas de San Miguel y de Comandante las Morenas; Guadalajara, hasta Milaneses: Platerías, de Milaneses a la plaza de la Villa, y Almudena, hasta la desaparecida iglesia de Santa María, frente a Capitanía General. 
La calle Mayor sigue conservando la importancia que ya tuvo durante la época medieval y que se agrandó al ser declarada Madrid capital de España. Recorrerla es ir reconociendo, siglo a siglo, todas las edades de la ciudad.
Vista del Istituto Italiano di Cultura en la Calle Mayor 86 (©vizuete)


En Mayor estaban agrupados desde antiguo los establecimiento del mismo ramo: los joyeros ocupaban el principio de la calle, acera de la izquierda, hasta su confluencia con la de Siete de Julio; los pañeros en la de enfrente, hasta Coloreros; los manguiteros entre Coloreros y Bordadores, los sederos entre Bordadores y la plaza del Comandante las Morenas, y los últimos, los roperos, frente a los del gremio anterior. Todas las calles aledañas, como su nombre indica, también tenían su especialización: Esparteros, Coloreros, Bordadores... Hoy, otros dos tipos de tiendas —ya las podemos considerar tradicionales— dan una especial fisonomía a esta zona: las de "efectos militares" y las de ornamentos de iglesia.


Grabado del Convento de San Felipe
Cartel de La Mallorquina en la
esquina de Mayor y Sol
Mucho ha cambiado el aspecto de la calle. Comenzaba en otros tiempos con el convento de San Felipe el Real,  famoso por sus covachuelas habilitadas para la venta de todo tipo de fruslerías. Y más aún por la lonja sobre las covachuelas y las gradas de acceso, el renombrado "Mentidero de la Villa", lugar donde se conocían las noticias antes de producirse. En su solar, entre las calles de Correos y Esparteros, construyó el maragato Santiago Alonso Cordero, gracias a un premio de lotería, la llamada casa del Cordero. A finales del XIX se abre la pastelería La Mallorquina.

En la otra acera se levantaba el magnífico palacio de Oñate, de igual manera abatido por la piqueta (su portada, de Rivera, se volvió a montar en la Casa de Velázquez, en la Ciudad Universitaria). Allí residía el conde de Villamediana, cuyo misterioso asesinato dio pie a miles de rumores y comentarios: amoríos reales, altas razones de Estado, complicidad del rey Felipe IV... Y frente al palacio, lugar donde los pintores exponían sus cuadros al paso de las procesiones del Corpus, mostró Murillo su famosa Inmaculada Concepción. 
Palacio de Oñate

La calle de San Felipe Neri nos recuerda el desaparecido oratorio dedicado a este santo. Y la plaza de San Miguel, de igual manera, a la antigua parroquia de San Miguel de los Octoes, demolida en 1809. De allí pasaron algunos de sus cuadros e imágenes a la iglesia de San Justo y luego a la nuestra de Maravillas. 
En este mismo ensanchamiento que forman las plazas de San Miguel y del Comandante las Morenas, estaba la puerta de Guadalajara, la más importante del Madrid medieval, que se abría en el segundo cerco amurallado que tuvo la ciudad, el practicado por los cristianos tras la conquista. 
En el número 61 se conserva la casa que perteneció a don Pedro Calderón de la Barca, estrechísima y muy característica de la época, dada la falta de suelo para edificar que padeció Madrid. Muy cerca tiene una calle dedicada, abierta en el solar dejado por el convento de la Salutación de Ntra. Señora, vulgarmente llamado de las monjas de Constantinopla, del que era capellán. 

Vista del antiguo Ayuntamiento desde la calle Mayor (©Vizuete)

Frente a la plaza de la Villa se erguía la iglesia de San Salvador. En su atrio se celebraban las primeras reuniones del Concejo. La Casa de la Villa, con proyecto de Juan Gómez de Mora, no estuvo terminada hasta el año 1696. Y al lado del Ayuntamiento se encuentra el palacio de Camarasa, que alberga dependencias municipales.


El 31 de mayo de 1906 Alfonso XIII contraía matrimonio con Victoria Eugenia de Battenberg. Cuando la comitiva se disponía a salir de la calle Mayor, el anarquista Mateo Morral, desde el número 88, arroja una bomba camuflada en un ramo de flores. La pareja real resulta ilesa pero la explosión provoca una masacre alrededor de la carroza.


ATENTADO BODA ALFONSO XIII:

El 31 de mayo de 1906, murieron en Madrid 28 personas en la calle Mayor por la bomba que lanzó un anarquista contra la carroza de Alfonso XIII. Este atentado contra Alfonso XIII tiene el triste honor de ser el, por el número de muertos, el tercer hecho más trágico de la historia de Madrid. Ese día iba a ser una jornada de alegría y fiesta, ya que en la iglesia de los Jerónimos se iba a celebrar la boda del rey con la princesa Victoria Eugenia de Battemberg. Madrid estaba engalanada para la ocasión y los madrileños se echaron a las calles para ver a la joven pareja.

EL TERRORISTA: MATEO MORRAL

Sabadell, 1880 - Torrejón de Ardoz, 1906) fue un anarquista catalán. Nació en el seno de una familia rica de Sabadell, con buen nivel de conocimiento, hablaba tres idiomas, viajó a toda Europa y en uno de sus viajes a Alemania se hizo anarquista. A la vuelta del viaje, rompió con su padre le pidió la legítima (unos 30.000 € de 2007) y decidió abandonar el negocio textil familiar, comenzando a trabajar con el anarquista Francisco Ferrer Guardia como bibliotecario, período durante el que sería autor de algunos breves textos, como "Pensamientos Revolucionarios de Nicolás Estébanez". Ferrer Guardia, un masón libertario y anticlerical que había fundado en la Ciudad Condal la "Escuela Moderna", centro de enseñanza racionalista y anarquista donde Morral encontró empleo, aunque este centro de enseñanza fue un auténtico forjador de anarquistas, Pedro Mateo Morral, ya era entonces un anarquista de convicción, quería matar a Alfonso XIII el día de su boda....
Tenía 26 años cuando se suicidó, después de matar al guarda rural que lo había detenido.
Imagen del atentado
En mayo de 1906, Mateo Morral viajó a Madrid para preparar el atentado contra el Rey. La bomba, tipo Orsini como la del atentado del Liceo, de fabricación casera estaba oculta en un ramo de flores que arrojó desde el balcón de la pensión en la que se hospedaba, tercer piso del número 88 de la calle Mayor. Lanzada contra la carroza real al paso de la comitiva, estalló entre la multitud que estaba observando la comitiva. Los reyes salieron ilesos, pero 28 personas murieron y más de 100 fueron heridas.





Primeros instantes después del atentado

Una vez finalizado el acto religioso en la iglesia de San Jerónimo, la larga comitiva emprende su lento camino hacia Palacio; el intervalo de paso del cortejo supera la hora y media. Son las dos y veinte de la tarde cuando la carroza que transporta a la pareja pasa bajo el balcón, donde Morral, permanece expectante. Pasa completamente desapercibido, es uno más entre los miles de españoles que aplauden con entusiasmo el paso de la comitiva. La bella Reina de España saluda sonriente a la multitud; tenía fama de ser "la Princesa más bella de Europa". El coche real se detiene unos instantes justo en el portal del número 88 de la calle Mayor. Es la ocasión que esperaba Mateo Morral quien, decidido, lanza a la calle un espléndido ramo entre cuyas pálidas rosas ha ocultado la bomba Orsini, esta cae cerca de la carroza de los novios....y la escena es indescriptible, el gentío, antes feliz, huye despavorido presa del pánico. La confusión es enorme y Mateo Morral sale del portal y se pierde entre la muchedumbre, con la ayuda de José Naskens, director de "El Motín", un periódico que se caracteriza por sus furibundos ataques a la monarquía y la iglesia. Se traslada a Torrejón de Ardoz desde donde tiene organizado su regreso en tren a Barcelona; pero el 2 de junio fue reconocido por varias personas en un ventorrillo, cercano a Torrejón de Ardoz, donde se detuvo para comer. Estas personas avisaron a un guarda jurado particular de campo, Fructuoso Vega, que le conminó a seguirle. Se entregó pacíficamente, pero cuando era conducido por el guarda al cuartelillo de Torrejón de Ardoz, Morral le mató de un tiro y se suicidó a continuación de un disparo en el pecho.



Mateo Morral había evitado que el garrote vil o en el paredón hubieran acabado con su vida, que ése será el final de su maestro y amigo Ferrer Guardia, cuando sea fusilado, el 13 de octubre de 1909, por su implicación en los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona.

En el posterior juicio José Nakens, Francisco Ferrer Guardia y otros anarquistas fueron condenados por conspiración y un año después fueron indultados.
Monumento a las víctimas original






Mucho más bonito y espectacular que el actual, pero el paso de la segunda república acabó con este monumento a las victimas del atentado anarquista.





Este monumento, realizado a iniciativa de la duquesa de la Conquista por el escultor Algueró, siguiendo un proyecto del arquitecto Enrique María Repullés y Vargas, estaba formado por tres columnas agrupadas que representaban al pueblo, el ejército y la aristocracia. En las aristas formadas por las intersecciones de las columnas, las tres clases ascendían simbolizadas por guirnaldas de flores hasta los pies de la imagen de la Virgen del Amor Hermoso, que representaba el día en que ocurrió el atentado.

Monumento actual a los caídos en el atentado (©Vizuete)
Fuente:http://www.fdomingor.jazztel.es/atentado%20alfonso%20xiii.html

Placa de azulejos indicador de
la Plaza Mayor

PLAZA MAYOR


Los orígenes de la plaza se remontan al siglo XVI, cuando en la confluencia de los caminos (hoy en día calles) de Toledo y Atocha, a las afueras de la villa medieval, se celebraba en este sitio, conocido como «plaza del Arrabal», el mercado principal de la villa, construyéndose en esta época una primera casa porticada, o lonja, para regular el comercio en la plaza.




Vista panorámica de la Plaza Mayor (©Vizuete)


Grabado de la Casa de la Panadería

En 1580, tras haber trasladado la corte a Madrid en 1561, Felipe II encargó el proyecto de remodelación de la plaza a Juan de Herrera, comenzándose el derribo de las «casas de manzanas» de la antigua plaza ese mismo año. La construcción del primer edificio de la nueva plaza, la Casa de la Panadería, comenzaría en 1590 a cargo de Diego Sillero, en el solar de la antigua lonja. En 1617, Felipe III, encargó la finalización de las obras a Juan Gómez de Mora, quién concluirá la plaza en 1619.

Antiguo grabado de la Plaza Mayor de Madrid
La plaza Mayor ha sufrido tres grandes incendios en su historia, el primero de ellos en 1631, encargándose el mismo Juan Gómez de Mora de las obras de reconstrucción. El segundo de los incendios ocurrió en 1670 siendo el arquitecto Tomás Román el encargado de la reconstrucción. El último de los incendios, que arrasó un tercio de la plaza, tuvo lugar en 1790, dirigiendo las labores de extinción Sabatini. Se encargó la reconstrucción a Juan de Villanueva, que rebajó la altura del caserío que rodea la plaza de cinco a tres plantas y cerró las esquinas habilitando grandes arcadas para su acceso. Las obras de reconstrucción se prolongarían hasta 1854, continuándolas, tras la muerte de Villanueva, sus discípulos Antonio López Aguado y Custodio Moreno.

Estatua ecuestre de Felipe III (©Vizuete)
En 1848, se colocó la estatua ecuestre de Felipe III en el centro de la plaza, obra de Juan de Bolonia y Pietro Taccaque data de 1616.

En 1880, se restauró la Casa de la Panadería, encargándose Joaquín María de la Vega del proyecto. En 1921 se reformó el caserío, trabajo a cargo de Oriol. En 1935 se realizó otra reforma, llevada a cabo por Fernando García de Mercadal. Y en los años 60 se acometió una restauración general, que la cerró al tráfico rodado y habilitó un aparcamiento subterráneo bajo la plaza. La última de las actuaciones en la plaza Mayor, llevada a cabo en 1992, consistió en la decoración mural, obra de Carlos Franco, de la Casa de la Panadería, que representa personajes mitológicos como la diosa Cibeles.

El nombre de la plaza

El nombre de la plaza ha variado a lo largo de la historia, del primigenio nombre de «plaza del Arrabal» pasó a llamarse «plaza Mayor».
Estado actual de los murales de la Casa de la Panadería (©Vizuete)

Se llamó «plaza del Arrabal» cuando, de estar fuera del recinto amurallado medieval, pasó a constituir el centro de los nuevos barrios conformados por el ensanchamiento de la villa hacia el este durante el reinado de Juan II de Castilla, llamados «el Arrabal».

En 1812, cumpliendo el decreto que disponía que todas la plazas mayores de España pasasen a llamarse «plaza de la Constitución», cambió de nombre, pero solo duraría hasta 1814, año en que pasó a llamarse «plaza Real». Recuperó el nombre de «plaza de la Constitución» en los períodos de 1820 a 1823, de 1833 a 1835 y de 1840 a 1843.

En 1873, cambió su nombre por el de «plaza de la República», y otra vez a «Plaza de la Constitución» desde la Restauración de Alfonso XII en 1876 hasta la Dictadura de Primo de Rivera en 1923. Tras la proclamación de la II República se volvió a cambiar al nombre de «plaza de la Constitución» hasta el final de la Guerra Civil española cuando se recupera el popular nombre de «plaza Mayor», nombre que perdura hasta la actualidad.



Placa de azulejos indicador
de la Plaza de la Villa

PLAZA DE LA VILLA


La Plaza de la Villa está situada en el casco histórico de Madrid (España), junto a la calle Mayor, que conforma su cara septentrional. En ella tienen su origen tres pequeñas calles, correspondientes al primitivo trazado medieval de la ciudad: la del Codo aparece por el este, la del Cordón por el sur y la de Madrid por el oeste. 

En su contorno se encuentran las fachadas principales de tres edificios de gran valor histórico-artístico, levantados en diferentes siglos. El más antiguo es la Casa y Torre de los Lujanes (siglo XV), construido en estilo gótico-mudéjar, que se emplaza en la cara oriental de la plaza. 
Le siguen en antigüedad la Casa de Cisneros (siglo XVI), un palacio plateresco que cierra la parte meridional del recinto, y la Casa de la Villa (siglo XVII), de estilo barroco, una de las sedes del Ayuntamiento de Madrid, ubicada en la zona occidental de la plaza.

Vista panorámica de la Plaza de la Villa (©Vizuete)

HISTORIA


La Plaza de la Villa fue uno de los principales núcleos del Madrid medieval, dada su ubicación equidistante entre la puerta de Guadalajara y la de la Vega, dos de los accesos más importantes de la ciudad durante la Edad Media.

Antiguamente era conocida como Plaza de San Salvador, por la iglesia del mismo nombre que se alzaba en la calle Mayor, en cuyo pórtico se realizaban las sesiones del Ayuntamiento, y que en la actualidad es recordada por una lápida que se encuentra en el sitio donde se levantaba el templo (aproximadamente en el número 70 de la citada vía).

En el siglo XV, la Plaza de la Villa adoptó su actual denominación, coincidiendo con la otorgación del título de Noble y Leal Villa recibido por Madrid, de manos del rey Enrique IV de Castilla (1425-1474).

Casa y Torre de los Lujanes
Casa de los Lujanes (©Vizuete)


Estos dos edificios, construidos en estilo gótico-mudéjar, son los más antiguos que se conservan actualmente en la capital, entre los de carácter civil. Su construcción data del siglo XV y su nombre hace referencia a sus primeros propietarios, la familia de los Lujanes, ricos comerciantes de origen aragonés. De este linaje se conservan varios escudos, que aparecen en la portada gótica de la fachada principal.


Según la tradición, en la torre estuvo alojado el rey Francisco I de Francia (1494-1547), hecho prisionero en la batalla de Pavía (1525). Actualmente es la sede de la Real Academia de Ciencias Políticas y Morales.

Casa de Cisneros

Se trata de una casa-palacio, construida en estilo plateresco en el año 1537, a instancias de Benito Jiménez de Cisneros, sobrino del cardenal Cisneros(1436-1517), de quien toma su nombre.
La fachada que da a la Plaza de la Villa fue alzada a principios del siglo XX, cuando el Ayuntamiento de Madrid adquirió la propiedad del palacio y procedió a su reforma para integrarlo dentro de las dependencias de la Casa de la Villa. La remodelación, realizada en consonancia con las trazas originales, corrió a cargo del arquitecto Luis Bellido y González, a quien se debe también el pasadizo que une la Casa de Cisneros con el edificio del Ayuntamiento.
La fachada que da a la calle de Sacramento, que inicialmente era la principal, es la que reúne los mayores valores histórico-artísticos, ya que apenas fue modificada durante las citadas obras de reforma.
Según la tradición, este palacio sirvió de prisión a Antonio Pérez (1540-1611), secretario del rey Felipe II. En él nació el político Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones (1863-1950). El general Ramón María Narváez (1800-1868), uno de sus moradores, murió en este lugar.


Casa de la Villa

Frontal de la Casa de la Villa, sede del pleno del Municipal del
Ayuntamiento de Madrid (©Vizuete)


La llamada Casa de la Villa ocupa el antiguo solar de las casas del Marqués del Valle, D. Juan de Acuña, donde habitaba el Duque de Osuna D. Pedro Girón(1574-1624), cuando en el Jueves Santo de 1621 fue hecho preso por orden del rey.Antiguo Ayuntamiento de la villa de Madrid (1693-2007). A pesar de las diferentes opiniones, parece ser la más fiable, cuya construcción comenzó hacia 1645, a partir de un proyecto del arquitecto Juan Gómez de Mora, y que fue terminada en 1693. La galería de columnas toscanas de la fachada que da a la calle Mayor es obra de Juan de Villanueva (1789).
Es la sede del Ayuntamiento de Madrid, si bien desde el 5 de noviembre de 2007 la Alcaldía de Madrid se trasladó al Palacio de Comunicaciones, quedando este edificio prácticamente en exclusividad como sede del Pleno Municipal.

Monumento a Don Álvaro de Bazán,
obra de M. Benlliure (©Vizuete)
Monumento a Bazán

Con motivo del tercer centenario de la muerte del marino Don Álvaro de Bazán (1526-1588), en 1888 el Ayuntamiento decidió erigir un monumento en su memoria. Sin embargo, no se inauguró hasta el 19 de diciembre de 1891. Desde entonces figura en el centro de la plaza, y actualmente está rodeado por un amplio parterre.


El pedestal es obra del arquitecto Miguel Aguado y del escultor Mariano Benlliure (1862-1947), siendo este último el autor de la estatua de bronce. En el frente del pedestal figura la inscripción


"A / DON / ALVARO / DE / BAZAN"





y en la cara posterior los versos que D. Félix Lope de Vega y Carpio dedicó al homenajeado:
El fiero turco en Lepanto;
en la Tercera el francés;
y en todo mar el inglés,
tuvieron de verme espanto.
Rey servido y patria honrada
dirán mejor quién he sido
por la Cruz de mi apellido
y por la cruz de mi espada.

Bazán aparece pisando una bandera turca, vestido con media armadura y banda de Capitán General de la Armada sobre su pecho, apoyando la mano izquierda sobre el pomo de su espada y portando en la derecha una bengala de general.

domingo, 21 de octubre de 2012

Historia de las calles 3: Calle de Bailén

Placa de azulejos indicador de la Calle de Bailén


La calle de Bailén es una de las principales vías de Madrid. Se encuentra entre la Plaza de España y la plaza de San Francisco. El primer trozo que se abrió de la calle fue el comprendido entre la cuesta de San Vicente y la plaza de la Marina Española. 



Denominaciones 



Se llamó calle Nueva, calle Nueva de Palacio, calle Nueva que va a Palacio y Regalada Nueva, ésta última por la casa que existía en la esquina con la calle del Río, denominada La Regalada, donde se guardaban los caballos regalados a los reyes. Se llamó también Caballerizas Nueva, porque éstas estuvieron situadas donde hoy están los Jardines de Sabatini. Desde 1835 recibe el nombre de Bailén en recuerdo de la victoria del general Francisco Javier Castaños sobre las tropas francesas en Bailén, durante la guerra de Independencia 

Vista de la Calle de Bailén desde el Palacio Real (©Vizuete)

Características 



Viaducto sobre el que discurre la Calle de Bailén visto desde el
Pretil de los Consejos (©Vizuete)
Al comienzo de la calle se hallan los Jardines de Sabatini, que ocupan el solar de las antiguas Caballerizas, construidas por Francesco Sabatini. A continuación se levanta el Palacio Real, construido por Sabatini, entre otros, en el mismo lugar donde se alzaba el Alcázar de los Austrias, destruido por un incendio en la Nochebuena de 1734. Y, haciendo esquina con la cuesta de la Vega está la Catedral de la Almudena, inaugurada en 1992 por el Papa Juan Pablo II. La calle de Bailén cruza la de Segovia gracias al Viaducto que comunica el antiguo cerro del Palacio Real con el de las Vistillas, donde se hallaba la morería. En la acera de enfrente, esquina a la calle del Río se construyó en 1992 la ampliación del Senado y en la esquina con la plaza de la Marina Española se halla el palacio de Grimaldi. En el número 11 vivió el poeta Amado Nervo. En la esquina con la calle Mayor se alzaba la iglesia más antigua de Madrid, la de Santa María, derribada en 1868 para la construcción del Viaducto. Igualmente fue derribada la casa del marqués de Malpica, que obstruía la prolongación de la calle de Bailén. 



Palacio Real 




El Palacio Real de Madrid es la residencia oficial del Rey de España, utilizada fundamentalmente para ceremonias oficiales, ya que los actuales Reyes residen habitualmente en el Palacio de la Zarzuela. 
Está considerado como el mayor palacio de Europa Occidental en cuanto a extensión, con 135.000 m² y 3.418 habitaciones. Alberga un valioso patrimonio histórico-artístico, destacando el conjunto de instrumentos musicales conocido como los Stradivarius Palatinos, y colecciones muy relevantes de otras disciplinas artísticas como pintura, escultura y tapicería. 
Es conocido también como Palacio de Oriente. Este nombre se originó por la plaza a la que recae una de las fachadas del palacio, la plaza de Oriente, en la que también se encuentra el Teatro Real. 
El palacio fue levantado por orden del rey Felipe V sobre las ruinas del Real Alcázar, destruido por un incendio en 1734. Su construcción comenzó en 1738, según planos del arquitecto Filippo Juvara, modificados de manera notable por su discípulo Juan Bautista Sachetti. Francesco Sabatini se encargó de la conclusión del edificio, así como de obras secundarias de reforma, ampliación y decoración. Carlos III fue el primer monarca que habitó de forma continua el palacio. 
El último monarca que vivió en palacio fue Alfonso XIII, aunque Manuel Azaña, presidente de la Segunda República, también habitó en el mismo, siendo por tanto el último Jefe de Estado que lo hizo. Durante ese periodo fue conocido como «Palacio Nacional». Todavía hay una sala, al lado de la Real Capilla, que se conoce por el nombre de «despacho de Azaña». 
El interior del palacio destaca por su riqueza artística, tanto en lo que se refiere al uso de toda clase de materiales nobles en su construcción como a la decoración de sus salones con obras de arte de todo tipo, como pinturas de artistas de la importancia de Caravaggio, Velázquez, Francisco de Goya y frescos de Corrado Giaquinto, Giovanni Battista Tiepolo o Anton Raphael Mengs. Otras colecciones destacables que se conservan en el edificio son las de la Armería Real, porcelana, relojería, mobiliario y platería. 
Actualmente Patrimonio Nacional, organismo autónomo dependiente del Ministerio de la Presidencia, gestiona los bienes de titularidad pública puestos al servicio de la Corona, entre ellos el Palacio Real 

Historia del edificio 


Evolución histórica del Real Alcázar de Madrid. 

El antecedente directo del Palacio de Oriente fue el Real Alcázar, fortaleza levantada en el mismo solar donde hoy se alza la construcción barroca. Su estructura fue objeto de varias reformas —sobre todo la fachada—, pues el rey Enrique III de Castilla lo convirtió en una de sus más frecuentadas residencias, tras lo que el recinto obtiene el adjetivo de «real». Su hijo Juan II edificó la Capilla Real y varias dependencias. Sin embargo, durante la Guerra de Sucesión Castellana (1476) las tropas de Juana la Beltraneja fueron situadas en el alcázar, lo que ocasionó varios deterioros al edificio real. 
El emperador Carlos I mandó llevar a cabo una importante restauración del alcázar, empleando ya una arquitectura renacentista. Felipe II siguió con las obras contratando a artistas de Italia, Francia y los Países Bajos. Fue por entonces cuando se construyó la llamada Torre Dorada y la Real Armería, derribada en 1894. Felipe III, Felipe IV y Carlos II continuaron con este proyecto. 
Cuando llegó al trono Felipe V de Borbón en 1700 consideró que el antiguo alcázar era demasiado austero y estaba anticuado por lo que acometió nuevas reformas. La reina María Luisa Gabriela de Saboya por su parte y la Princesa de los Ursinos redecoraron las estancias al gusto francés. 

El palacio barroco 


Vista de parte del Real Palacio de la Cuesta de la Vega, por Fernando Brambila (c.1790-1832). 
El arquitecto Filippo Juvara, uno de los más respetados artífices de su época, fue el encargado de dirigir los trabajos del nuevo palacio. 
El italiano ideó un monumental proyecto de enormes dimensiones, inspirado en los proyectos de Bernini para el Palacio del Louvre de París; el plan de Juvara no llegó a realizarse debido a la intempestiva muerte del artista. Juan Bautista Sachetti, discípulo de Juvara, fue elegido para continuar la obra de su maestro; planteó una estructura de planta cuadrada, centrada por un gran patio también cuadrado y resolviendo los distintos ángulos con cuerpos salientes, estructura que recordaba tanto el antiguo Alcázar como la tradicional forma palacial española. 
Fernando VII, que estuvo muchos años preso en el Castillo de Valençay, inició la más profunda remodelación del palacio en el siglo XIX. El objetivo de esta reforma era convertir el anticuado edificio construido a la italiana en un moderno palacio al estilo francés. Sin embargo, su nieto Alfonso XII se planteó convertir al palacio en una residencia al estilo victoriano. Las obras fueron dirigidas por el arquitecto José Segundo de Lema y consistieron en la habilitación de varias habitaciones, la sustitución de pavimentos de mármol por parqué y la adición de mobiliario de la época. 
Las restauraciones efectuadas durante el siglo XX tuvieron la misión de reparar los daños causados durante las guerras civiles padecidas por España, instalar o reinstalar nuevos conjuntos decorativos y sustituir los entelados de las paredes dañados por reproducciones fieles al original. 

Exterior del palacio 

Fachada del Palacio hacia la plaza de la armería (©Vizuete)

La fachada principal de Palacio fue construida sobre un basamento almohadillado, sobre el que se eleva el cuerpo principal de la construcción, estructurado por pilastras toscanas de orden gigante entre las que se abren ventanas y balcones. El coronamiento del edificio, con una imponente balaustrada, se planificó con una serie de estatuas de santos y reyes, reubicadas en otros lugares bajo el reinado de Carlos III con el fin de dotar a la construcción de un aire más clasicista. 
Detalle de la fachada (©Vizuete)
La restauración de las fachadas en 1973, que repuso algunas esculturas, permitió apreciar el diseño trazado por Sachetti. En su día, el italiano dispuso catorce jarrones y ubicó en las esquinas las estatuas del tlatoani azteca Moctezuma II y del inca Atahualpa, obras de Juan Pascual de Mena y Domingo Martínez, respectivamente. Cerca de las columnas toscanas están representaciones de Flavio Honorio, Teodosio el Grande, Adriano y Trajano. Un medallón con figuras clásicas remata el conjunto. 
En la fachada meridional fueron dispuestas las estatuas de Felipe V, María Luisa Gabriela de Saboya e Isabel de Farnesio, así como la de Fernando VI y su esposa Bárbara de Braganza. A modo de remate, se sitúa un relieve que representa el Sol recorriendo el Zodiaco. 
Es muy destacable la intervención de Juan Domingo Olivieri y su taller, quienes labraron más de la mitad de las esculturas que ornaban el palacio en tiempos de Fernando VI. También fue autor de muchos motivos heráldicos, mascarones y otras figuras alegóricas, situadas en lugares menos destacados. 

Plaza de la Armería 

Vista de la plaza de la armería (©Vizuete)
En ella se encuentra la Catedral de Santa María la Real de la Almudena, cuya construcción fue patrocinada por el rey Alfonso XII para albergar los restos de su esposa María de las Mercedes de Orleans. Las obras de edificación del templo comenzaron en 1878 y concluyeron en 1992. Esta plaza limita hacia el oeste con los Jardines de Lepanto en la Plaza de Oriente. 
Narciso Pascual Colomer, el mismo arquitecto que trazó la Plaza de Oriente, diseñó el trazado de la plaza en 1879, aunque no llegó a realizarse. La ejecución se produjo finalmente en 1892, según un nuevo proyecto del arquitecto Enrique María Repullés. 
Detalle de las farolas que iluminan el exterior del palacio (©Vizuete) 
Los antecedentes de esta plaza se remontan a 1553, año en que Felipe II ordenó levantar un edificio para alojar las caballerizas reales, reformado en 1670 por José del Olmo. La construcción sobrevivió hasta 1884, un incendio hizo imprescindible su derrumbe. 
El solar que hoy ocupa la plaza de la Armería fue usado durante muchas décadas como anteplaza de armas. Sachetti intentó construir una catedral que rematara la cornisa del Manzanares, y Sabatini propuso unir dicho edificio con el Palacio Real, a fin de formar un solo bloque. Ambos proyectos fueron ignorados por Carlos III. 


Ángel Fernández de los Ríos propuso en 1868 la creación de un gran espacio arbolado que recorrería todo el contorno de la plaza de Oriente, con el propósito de dar una mejor vista al Palacio Real. Una década más tarde Segundo de Lema añadió una escalinata al diseño original de Fernández, lo que desembocó en la idea de Francisco de Cubas para dar más importancia a la incipiente iglesia neogótica de la Almudena, cuya construcción historicista y clásica armoniza con el estilo del Palacio Real.






Interior del palacio 

Planta baja 

Real Biblioteca 

La Real Biblioteca ocupa el ángulo noroeste del palacio y consta de dos plantas, amuebladas con librerías de caoba. Alberga colecciones de libros, medallas y monedas en número de 300.000 obras impresas, 4.000 manuscritos, 3.000 obras musicales, 3.500 mapas, 200 grabados y dibujos y alrededor de 2.000 monedas y medallas. 

Real Botica 

Durante el reinado de Felipe II la Real Farmacia se convirtió en un apéndice de la Casa Real, con la orden de abastecerla de medicamentos, función que continúa en nuestros días. La Real Farmacia que existe en la actualidad fue fundada como Museo de Farmacia en 1964. Las salas de destilaciones y las dos salas adyacentes a la farmacia fueron reconstruidas tal y como eran durante los reinados de Alfonso XII y Alfonso XIII. Los frascos son anteriores y fueron realizados en las fábricas de la Granja y del Buen Retiro, existiendo también otros enseres fabricados en loza de Talavera en el siglo XVII. 



Detalle de la Real Armería (©Vizuete)

Real Armería 

Considerada, junto a la imperial de Viena, como una de las mejores del mundo, está formada por piezas que van desde el siglo XV en adelante. Son de destacar las piezas de torneo realizadas para Carlos V y Felipe II por los principales maestros armeros de Milán y Augsburgo. Entre las piezas más llamativas sobresale la armadura y aperos completos que el emperador Carlos V empleó en la Batalla de Mühlberg, y con los cuales fue retratado por Tiziano en el famoso retrato ecuestre del Museo del Prado. Una parte de la armería se perdió durante la Guerra de la Independencia y durante la Guerra Civil Española. Aun así, la armería conserva algunas de las piezas más importantes de este arte a nivel europeo y mundial, entre ellas varias firmadas por Filippo Negroli, uno de los artífices más afamados del gremio. 

Planta alta 

Escalera principal. 


La escalera principal, decorada con
frescos de Corrado Giaquinto.
Esta escalera, tal como se conoce ahora, fue diseñada por Sabatini en 1760 y reformada durante los primeros años del gobierno de Carlos IV. Para su construcción se emplearon los mismos materiales que para otras estancias del recinto, como mármol de una sola pieza y granito. 

La decoración de la bóveda de lunetos con grandes óculos de iluminación es parte del programa iconográfico de exaltación de la Monarquía Española diseñado por Sachetti, y la realización de dichas obras correspondió a Giaquinto. Para ello, pintó La religión protegida por España, El triunfo de la Iglesia, Escudo del Rey Católico, Alegoría de los continentes y La victoria de España sobre la dominación sarracena. Sobre la cornisa se encuentran representaciones de las virtudes consideradas características del reinado de Fernando VI. Todas estas imágenes simbolizan la universalidad y los valores propios de la nación española, en una época en que era necesario reforzar el concepto de hispanidad. 

Los leones que adornan el arranque de las balaustradas se deben al gallego Felipe de Castro y Roberto Michel, respectivamente, mientras que el artífice de la decoración del rellano fue el francés Jean Thierry. Sobre la hornacina de cerramiento que se halla en el arranque de la escalera está la estatua de Carlos III vestido a la romana, obra de Roberto Michel. En el paso de la escalera a los salones, se contemplan sendos bustos de Felipe V e Isabel de Farnesio, obra de René Frémin. 

Salón de Alabarderos 

Fue concebido por Sachetti como salón de baile o comedor de gala, pero Carlos III lo convirtió en salón de los guardias que custodiaban el recinto. La decoración está basada en un escueto orden de pilastras toscanas y ramas de laurel hechas en estuco. Fue objeto de varias reformas, la primera de ellas en 1857 y continuada en 1880. 
Destaca de sobremanera en esta sala los frescos que adornan sus muros. Tiepolo fue el encargado de decorar la estancia, para lo que realizó varias pinturas de carácter mitológico: Eneas conducido al templo de la Inmortalidad por sus virtudes y victorias, Venus encomendando a Vulcano que forje las armas para Eneas, temas que parecen aludir a la función militar del espacio pero también a la figura de Carlos III como guerrero victorioso y a su madre, Isabel de Farnesio, como reina prudente y protectora. 
Buena parte de la superficie que ocupa el Salón de Alabarderos fue ocupada por Alfonso XII para construir el Comedor de Gala. Se utilizó por primera vez con motivo de su segundo matrimonio, con María Cristina de Habsburgo-Lorena, en 1879. Está decorado con tapices de Bruselas del siglo XVI, tibores de porcelana china del siglo XVIII y piezas de porcelana de Sèvres. 

Salón de Columnas 

La estancia presenta un orden de pilastras lisas realzado con columnas adosadas de fuste estriado, coronadas con la representación del Toisón de Oro. La bóveda fue decorada por Sabatini en 1761, usando parejas de sátiros que sostienen medallones representativos de los cuatro elementos. 
Giaquinto fue el responsable de la decoración de la bóveda con el tema La aparición del sol, alegoría del rey en la figura de Apolo. Más adelante realizó las cuatro estaciones y una representación alegórica de la Corona de España. Toda la simbología de este recinto está dedicada a realzar la majestad de la Monarquía Hispánica bajo Carlos III. 
Por otra parte en este salón se celebraba durante el Jueves Santo el ceremonial del «Lavatorio y Comida de Pobres», durante el cual el rey y la reina, ante grandes de España, ministros, cuerpo diplomático y jerarquía eclesiástica, daban de comer y lavaban los pies a veinticinco pobres. En este salón suelen celebrarse conciertos con los Stradivarius Palatinos. 
El Salón de Columnas fue utilizado como capilla ardiente de Francisco Franco en noviembre de 1975. También en este salón se celebró el 12 de junio de 1985 la firma del Acta de Adhesión de España a las Comunidades Europeas, en 1991 la Conferencia de Paz de Madrid y en 1997 la Cumbre de la OTAN. Hoy en día el Salón de Columnas es utilizado para recepciones con numerosos asistentes, como el vino de honor posterior a la Pascua Militar y al discurso al cuerpo diplomático, además del encuentro de embajadores de España y la entrega de los Premios Nacionales del Deporte. 


Salón de Gasparini 

Lámpara de candelabros en el salón de Gasparini

Fue realizado durante el reinado de Carlos III y está considerado uno de los más hermosos salones del palacio y ha llegado hasta nuestros días prácticamente sin ningún retoque. Por diferentes motivos se tardaron alrededor de cuarenta años en la conclusión del programa decorativo. 
Era el lugar donde el rey se vestía en presencia de la corte, según la costumbre de la época. Su decoración, realizada por Matías Gasparini, presenta grandes originalidades del tipo chinoiserie en estilo rococó. Los muebles, el suelo de mármol y el tapizado de las paredes se diseñaron como un conjunto. En fecha reciente, la seda de las paredes hubo de sustituirse por su mal estado, si bien sus bordados se cosieron laboriosamente sobre el nuevo tejido. 
Cabe destacar el reloj situado sobre la chimenea, obra de Pierre Jacquet Droz, con autómatas vestidos a la moda del siglo XVIII que bailan cuando, al dar las horas, un pastor sentado toca la flauta. 

Saleta de Porcelana 


Aspecto de la Saleta de Porcelana

Fue construida en época de Carlos III, influenciado por las construcciones similares que llevó a cabo como rey de Nápoles y Sicilia, especialmente en el Palacio Real de Caserta. Para su construcción se colocaron bastidores donde habrían de sujetarse las porcelanas. El proyecto decorativo, de estilo tardobarroco clasicista, estuvo a cargo de Juan Bautista de la Torre y Jenaro Boltri. 
La sala posee varias decoraciones fijas y una mesa de nogal, así como espejos azogados con un leve matiz verdoso que armonizan con el resto del espacio. Veinte años después de la decoración original, Sabatini colocó estuco azul a lo largo del salón, así como varios jarrones de bronce procedentes de la colección del Palacio del Buen Retiro. 
El pavimento de esta saleta es uno de los más bellos elementos decorativos ideados por Gasparini. Está compuesta por una elegantísima taracea de mármoles de colores y en invierno se cubría con alfombras de lana que simulaban los motivos representados por la loza. 

Salón de Espejos 

Es un salón de estilo neoclásico que era usado como tocador por la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV, reinado durante el cual fue concebido y decorado, se trata de uno de los salones más bellos del palacio. A ello contribuyen los zócalos de mármol rosado y los paramentos de las paredes, cubiertos de una fina ornamentación de estuco en la que predomina el blanco y el azul. Los grandes espejos que dan nombre al salón están guarnecidos en oro y azul, coronados por estucos blancos sobre fondo azul y rodeados con decoración de motivos vegetales. 
Cabe destacar el velador central, de caoba y bronce dorado, realizado por Thomire en 1788. En tiempos de Alfonso XIII esta sala era utilizada como salón de música. La estancia también contiene una estatua en mármol que representa a la infanta María Cristina de Borbón y Battenberg, hija de Alfonso XIII, cuando era niña. 

Salón del Trono 

Salón del Trono. 
Este recinto es el único que no ha cambiado de función en toda su historia, desde que Sachetti lo concibió en 1737. Conserva toda su decoración original y se terminó en 1772. 
Felice Gazzola, noble italiano, recibió el encargo de seleccionar a los artistas que decoraron el Salón del Trono. La bóveda, diseñada por Roberto Michel es, con seguridad, la más bella de Palacio, pues el efecto que produce la pintura y la escultura que la rodea alcanza un gran esplendor. En el centro del fresco están las representaciones de La majestad y La abundancia, sostenidos por ángeles de estuco. 
La grandeza y el poder de la Monarquía Española es el tema que Tiepolo pintó para la bóveda. En ella se contempla al trono español custodiado por Apolo y Minerva, así como por representaciones de las Virtudes. En el lado contrario, unos amorcillos vuelan mientras portan la insignia de la Orden del Toisón de Oro. La glorificación de la monarquía y del soberano reinante es el objetivo de todo el fresco. 
Sobre el balcón oriental también pintó Tiepolo un fresco, ayudado por sus hijos Domenico y Lorenzo. Esta obra presenta muchas características similares a la que el maestro italiano pintó para la escalera de la Residencia de Wurzburgo. Se culminó en 1764 y representa el último trabajo de Tiepolo en el Palacio Real. 
El resto de la decoración se debe al piacentino Giovanni Battista Natali, quien se encargó tanto del diseño de los bordados como de la traza de las consolas. Destaca el terciopelo de la colgadura, tejido en Génova, bordado con hilos de plata sobredorada. La decoración de Natali, junto con las pinturas de Tiepolo, constituye una de las más altas cimas del rococó en España. Como en el Salón Gasparini, el tejido que tapiza las paredes es reciente, en sustitución del terciopelo original que se hallaba muy deteriorado, si bien se han cosido sobre él los bordados plateados originales. 
Las esculturas que hoy se pueden ver en esta sala pertenecen, en su mayoría, a la colección rescatada del Real Alcázar. Ello se debe al proyecto de la dinastía borbónica, que deseaba afirmarse como sucesora directa de la Casa de Austria. Destacan parte de las figuras de bronce de la serie conocida como Los Planetas, obra del flamenco Jacques Jonghellick, así como una serie de estatuas de Las virtudes cardinales, obra de René Fremin. Son destacables asimismo los relojes, obras de John Ellicott y Ferdinand Berthoud, y los leones de bronce dorado al fuego, obra de Matteo Bonarelli de Lucca, que preceden al dosel con el trono real. Las arañas que iluminan la estancia son de cristal de roca y plata. 

Real Capilla 

Cúpula central de la Real Capilla. Los frescos
son obra de Corrado Giaquinto. 
Es uno de los puntos más interesantes desde el punto de vista arquitectónico de todo el Palacio. Situada en el centro del lado norte de la planta principal del palacio, tiene su acceso desde la galería que rodea el patio central. Sachetti realizó un primer proyecto pero Fernando VI se decantó finalmente por el presentado en 1749 por Ventura Rodríguez, por entonces ayudante del primero. La Capilla fue realizada entre 1750 y 1759. La planta es de tipo central o elíptica, estando coronada por una cúpula de media naranja. A cada uno de los ángulos que describen la planta, salvo el atrio, que presenta pilastras negras que imitan el mármol, se encuentra adosada una columna de mármol negro, hasta un total de dieciséis, de una sola pieza. Estas columnas están coronadas con capiteles en estuco dorado. La distribución de la capilla es clásica: al este se sitúa el altar mayor, de mármol; al norte el altar del evangelio; al oeste el órgano y el atrio es el vestíbulo. Los asientos reales se sitúan en el lado norte, próximo al altar mayor, que está a su derecha. 
El pintor Corrado Giaquinto fue encomendado para diseñar y dirigir los trabajos de la decoración de la Real Capilla y él mismo pintó los frescos de la capilla y del atrio. Los ángeles del tambor fueron realizados por Felipe de Castro. Sobre el altar mayor hay un cuadro de Ramón Bayeu, San Miguel triunfando sobre los demonios, y en el altar del evangelio, el cuadro de La Anunciación, obra postrera de Mengs. El dosel y los sillones de los soberanos son de la época de Fernando VI y fueron realizados en raso blanco con bordados de plata y sedas de colores. El órgano, construido en 1778 por Jordi Bosch i Bernat, está considerado como una auténtica obra maestra. Se conservan en la Capilla los restos de san Félix, el cual está representado en una figura de cera dentro de un nicho acristalado. 
En tiempos recientes la Capilla Real ha sido utilizada para funerales de la Familia Real Española, sirviendo como capilla ardiente en abril de 1993 para Don Juan de Borbón, conde de Barcelona, y en enero de 2000 para María de las Mercedes de Borbón-Dos Sicilias, condesa de Barcelona. En noviembre de 2000 se celebró un Te Deum en esta capilla para conmemorar el 25 aniversario de la proclamación de Juan Carlos I como rey de España. 

Antiguo Cuarto de la Reina 

Carlos IV vestido de cazador, por Goya.
Se encontraba en la antecámara de la Reina.
Con este nombre se conoce a varias estancias construidas como aposentos de la reina Isabel de Farnesio, quien los habitó entre 1764 y 1766. Después sirvió como recámara de la infanta María Josefa y de la princesa de Asturias, María Antonia de Borbón-Dos Sicilias, esposa del futuro Fernando VII. En la decoración de este cuarto destaca La aurora, último fresco de Mengs, y Los cuatro momentos del día, escena adornada por ángeles de estuco. En los primeros años del siglo XIX se encontraba aquí La familia de Carlos IV, obra de Francisco de Goya, junto con sus bocetos (El infante Carlos María Isidro, El infante Francisco de Paula, La infanta María Josefa, El infante Antonio Pascual y Luis, rey de Etruria). Esta decoración fue sustituida en 1818 por Fernando VII, quien importó unos bellos tapices de estilo neoclásico y convirtió la estancia en el tocador de su esposa María Isabel de Braganza. La nueva reina inició un programa iconográfico que incluía escenas sobre la vida de San Hermenegildo y Santa Isabel de Portugal, encargadas a Zacarías González Velázquez, Vicente López Portaña y al mismo Goya. Algunos años antes, bajo el patrocinio de Isabel de Farnesio, se había pintado una alegoría de Isabel la Católica y el famoso cuadro Colón ofreciendo el Nuevo Mundo a los Reyes Católicos, obra de Antonio González Velázquez. 
La Primera Antecámara de la Reina es, totalmente, obra de José Segundo de Lema, realizada durante el gobierno de Alfonso XII. También se le llama Sala Plateresca, pues fue decorada con los elementos renacentistas del arte plateresco español. La intempestiva muerte del rey frustró el proyecto decorativo, pues con Alfonso XIII comenzó a usarse este recinto como Sala de Cine y Sala de la Banda, por alojarse allí el grupo de músicos que tocaba en las celebraciones de Palacio. Este salón albergaba un finísimo centro de mesa, hecho en París y regalado por el conde de Aranda a Carlos IV en 1786. 
En la Segunda Antecámara de la Reina se ha guardado, desde tiempos de Carlos III, la colección de platería y otras piedras preciosas en poder de la Familia Real. A continuación se sitúa la Tercera Antecámara de la Reina, cuya bóveda fue pintada por Francisco Bayeu con el tema Boabdil entregando las llaves de Granada a los Reyes Católicos (1763). Bajo Fernando VII se convirtió en oratorio de su tercera esposa, María Josefa de Sajonia, y con Isabel II siguió usándose como aposento de su marido, Francisco de Asís de Borbón. 

Cuarto del infante don Luis 

Esta zona de Palacio ha sido ocupada muy brevemente a lo largo de su historia. Entre sus moradores se encuentran el infante Luis Antonio de Borbón y Farnesio(1764-1776), don Gabriel de Borbón (1785-1788), Luisa Fernanda de Borbón y Antonio de Orleans (1846-1848) y doña Isabel de Borbón y Borbón (1876-1931). 
La Primera Antecámara de don Luis, hoy conocida como Salón de Vajillas, posee un hermoso fresco de Luis González Velázquez: La gloria y el poder español en las cuatro partes del mundo. Aquí se guardaba la vajilla usada en el servicio de los Príncipes de Asturias, regalada a Carlos IV por Augusto II de Polonia. Otras piezas proceden de Sèvres, encargadas por Fernando VII e Isabel II. También se conserva aquí la cristalería, donde destaca la colección del rey Francisco de Asís; una de las escasas piezas salidas de la Real Fábrica de Cristales de La Granja. 
Salomé con la cabeza de Juan el Bautista, por Caravaggio.
Cerca de allí se encuentra la cámara del infante don Luis, que aloja la mejor obra de Francisco Bayeu en Palacio, realizada con su hermano Ramón: La Providencia presidiendo las Virtudes y las Facultades del hombre. En esta sala el infante organizaba audiciones de músicos, por lo que hoy en día sirve como Sala de Instrumentos Musicales. Un poco después se halla la Sala de Papel Pintado, llamada así por estar ornada con el papel de la Real Fábrica. Los motivos representados son, en su mayoría, mitológicos. 
El Gabinete del Ángulo o Tocador Chinesco, el cuarto de la infanta Mariana Victoria y la Pieza de los Pájaros albergan la más grande colección de pintura de todo el Palacio Real. Se conservan obras de Juan de Flandes, van der Weyden, El Bosco y Rubens. La bóveda del Gabinete de los Pájaros fue decorada por Domenico Tiepolo, quien para esta obra contó con la colaboración de su hermano Lorenzo, ejecutada con gran naturalismo. Sobre uno de los muros se exhibe Salomé con la cabeza del Bautista, obra de Caravaggio. 

Cuarto de la reina María Luisa 

Se encuentra en la parte oriental de Palacio y en ella habitó la reina María Luisa de Parma. Fernando VII e Isabel II convirtieron este espacio en salas para la recreación de la Familia Real, hasta que en 1907 fue rehabilitado por la reina madre María Cristina de Austria. 
Esta sala fue decorada al gusto neoclásico, valiéndose de estucos y tapices. También aloja un templete dedicado a Apolo y las Musas y un retrato de Luis Felipe de Orleans y su esposa María Amalia de Borbón-Dos Sicilias, obra de Franz Xaver Winterhalter. Mariano Salvador Maella decoró la bóveda de la estancia con el fresco Las cuatro estaciones del año, ejecutado en 1769. Una serie de consolas, de mediados del siglo XVIII, y un conjunto de tapices sobre la Guerra de Troya cierran la estancia. 

Retrato de María Amalia de Borbón-Dos Sicilias, por Winterhalter.
La llegada de la reina María Cristina trajo consigo una importante reforma a esta sala. Se conservaron muchos de los adornos que en su día realizó la infanta María Josefa, quien decoró el salón a la «chinesca» con tela de Pekín en las paredes y un friso de porcelana. Sin embargo, gran parte del cuarto se acondicionó como residencia cotidiana de la Familia Real. Se colocaron aquí algunas obras de arte, como el Esopo velazqueño y dos medallones de los Bayeu. 

Alfonso XIII instaló una Sala de Billar, anteriormente ornamentada por un fresco de Maella que Segundo de Lema ocultó en 1879 y que en 1993 fue recuperado, y una Sala de Fumar. Ambas estancias fueron construidas al estilo victoriano y con madera de nogal, en la línea de las reformas de Alfonso XII. Sin embargo, la Sala de Fumar presenta algunos matices propios de la moda «parisina», muy común en la década de 1920. 
Los Gabinetes de Estucos y de Maderas Finas de la reina María Luisa han conservado, con algunas pequeñas excepciones, su decoración original. Fueron construidas por Sabatini en 1791 inspirándose en el diseño arqueológico hallado en las excavaciones de Pompeya y Herculano. La ornamentación de ambas estancias corresponde a los estuquistas Domenico y Giuseppe Brilli. 

Cuarto de Carlos IV 

La caza del jabalí, por Goya
La mayoría de los salones ocupados por Carlos IV fueron perdiendo su función durante los reinados de Alfonso XII y Alfonso XIII, quienes emplearon tales estancias como lugares oficiales de recepción. El Salón de Tapices, por ejemplo, era usado para reuniones después de los banquetes, por lo que fue conocido como «Salón del Diván». Dicho espacio posee varios tapices tejidos en 1752 según cartones de Giaquinto, el último fresco de Francisco Bayeu, La institución de las órdenes de la Monarquía Española (1794) y La caza del jabalí, uno de los cartones de Goya. 
Poco después se encuentra la Sala de Armas, originalmente concebida como Pieza de Vestir del Príncipe de Asturias. Alfonso XII la convirtió en una estancia totalmente decorada al gusto historicista. En tiempos de Alfonso XIII se derribaron las paredes que separaban esta sala del Oratorio, a fin de crear un recinto más amplio pero a la vez más privado. 
La Cámara de Carlos IV sigue el programa decorativo trazado para establecer la relación de Trajano y Adriano como precursores de la grandeza hispánica. Aquí cuelga un gran candelabro regalado a Isabel II en 1846 con motivo de su boda, y la decoración se completa con una gran alfombra de estilo neoclásico (1925). La Antecámara de Carlos IV aloja uno de los mejor logrados frescos de Tiepolo, alusivo a Jasón, los argonautas y el Vellocino de Oro. Esta recámara incluye también varios retratos de la familia reinante y en 1993 se añadieron los bustos de la reina Sofía de Grecia y de Felipe de Borbón. 

Colecciones 

Uno de los violines Stradivarius de la colección del Palacio.
El Palacio Real de Madrid custodia una gran y variada cantidad de colecciones artísticas de la más diversa índole, desde cuadros y esculturas hasta los tarros de la Real Farmacia. Debido a la falta de espacio, muchas de estas obras de arte permanecen almacenadas, por lo que en la actualidad, entre la Plaza de la Armería y la cercana Catedral de la Almudena, se está construyendo, según un proyecto de los arquitectos Mansilla y Tuñón, el Museo de Colecciones Reales. Dicho edificio, que será en parte subterráneo, albergará de manera rotatoria estas colecciones, las más significativas de las cuales son las siguientes:

Stradivarius Palatinos 

En el Palacio se guarda el cuarteto de los Stradivarius Palatinos, el conjunto más importante del mundo de instrumentos realizados por el famoso lutier Antonio Stradivari, compuesto por dos violines, una viola y un violonchelo, que debido a su ornamentación son denominados los Stradivarius decorados. Además, también se guarda otro violonchelo del mismo autor datado en 1700. Los instrumentos fueron adquiridos por Carlos IV en 1775.

Pintura 

En el Palacio se conservan lo que podrían denominarse «restos» de la gran colección real, puesto que la mayor parte de sus fondos pasaron a formar parte del Museo del Prado en el siglo XIX. Aun así, la colección de pintura puede considerarse muy importante, abarcando múltiples géneros, escuelas y épocas. 
Juan José de Austria a caballo, por José de Ribera
Los pintores españoles que trabajaron para la corte constituyen uno de los núcleos principales de la colección. Destaca un grupo de obras de Goya, sobresaliendo un conjunto de cuatro cuadros representando a Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma con diversos atuendos; el Prado posee ejemplares de dos de ellos, pero son copias pintadas por Agustín Esteve. También se conserva del mismo autor una excepcional grisalla y un cuadro de tema cinegético. De Velázquez destaca un raro bodegón de caza, original representación en trampantojo. Ribera está representado por un excepcional retrato ecuestre, Juan José de Austria. Son destacables también un retrato de Van der Weyden, y el políptico que perteneció a Isabel la Católica, obra de Juan de Flandes y Michel Sittow. Watteau, figura clave del rococó francés, cuenta con dos pinturas, de las pocas suyas existentes en España; es excepcional también una Salomé pintada por Caravaggio al final de su vida. Otros autores mencionados en los inventarios son Luis de Morales, Juan de Juanes, Jacopo Bassano, Luca Giordano, David Teniers el Joven, Michel-Ange Houasse, Tiepolo, Luis Paret, Mengs (del cual se ha recuperado recientemente una Inmaculada Concepción sustraída por el mariscal Soult durante las invasiones napoleónicas), Luis Meléndez, Francisco de Paula Van Halen o Sorolla. Retratistas de la corte borbónica, como Louis-Michel van Loo y Franz Xaver Winterhalter cuentan también con una lógica presencia. Las obras están distribuidas por los salones y en una zona habilitada como museo de pintura, aunque es previsible que al menos en parte sean expuestas en el futuro Museo de Colecciones Reales. 
No hay que olvidar dentro del capítulo pictórico el magnífico ciclo de frescos que decoran las bóvedas del edificio. Intervinieron en su decoración algunos de los artistas más destacados de la época de su construcción, como Giovanni Battista Tiepolo, Mengs, Francisco Bayeu, Corrado Giaquinto o Mariano Salvador Maella. 

Escultura 

Decoración de estilo imperio, en la Saleta Amarilla
En el Palacio Real las series de escultura son de importancia menor que la de la colección de pintura, pero la serie del siglo XVII procedente del anterior alcázar es de un carácter excepcional. Los principales escultores representados son Gian Lorenzo Bernini, Mariano Benlliure, Antoine Coysevox y Agustín Querol. Sobresale la serie de Los Planetas, repartida en el Salón del Trono y el Salón de Columnas. 
Mobiliario 
El gran valor del mobiliario del palacio reside en su autenticidad, pues la mayoría de los muebles corresponden a la época de construcción del palacio y reinados sucesivos, que se muestran en una serie ininterrumpida de estilos rococó, neoclásico, imperio e isabelino. Algunas de las series más importantes de muebles se encuentran en los salones de Gasparini, Trono y Espejos. Cabe destacar la «Mesa de las Esfinges», de estilo imperio, situada en el Salón de Columnas, sobre la que se firmó el tratado de ingreso de España en la Unión Europea. 

Relojes 

Considerada la mayor y mejor colección de relojes de España, también es una de las principales del mundo. La importancia de la colección radica sobre todo en los relojes de época rococó construidos para Fernando VI por el relojero suizo Jacquet Droz. El reloj denominado El Calvario, del siglo XVII y construido en Núremberg, es el más antiguo, mientras que la existencia de un gran número de relojes de época imperio se debe a la afición por estos instrumentos por parte de Carlos IV. También es de destacar, por la riqueza de materiales usados para su elaboración, como oro, plata o marfil, un reloj regalo del presidente de Perú al rey Alfonso XIII en 1906, construido en 1878. 

Porcelanas 

La colección de porcelanas abarca diversas épocas, estilos y procedencias, aunque las más valiosas son los restos de la vajilla de bodas de Carlos III y María Amalia de Sajonia. También posee piezas destacadas de la Manufacture nationale de Sèvres y El Buen Retiro. Destaca por su singularidad en este apartado la ya descrita Saleta de Porcelana, revestida totalmente con placas de este material, fabricadas por la citada Real Fábrica del Buen Retiro. 

Tapices 

Considerada la principal colección del mundo, la colección de tapices se compone fundamentalmente de paños fabricados en Bruselas y en la Real Fábrica de Tapices sobre cartones de Francisco de Goya. Son de destacar los tapices que se encuentran cubriendo las paredes del comedor de gala. 

Orfebrería 

A diferencia de otras casas reales europeas, los monarcas españoles no tuvieron joyas vinculadas a la Corona, sino que las mismas fueron repartiéndose en herencias y dispersándose asimismo como consecuencia de guerras y exilios. Aun así, se conservan en el palacio muestras muy importantes de orfebrería y platería. Las piezas más valiosas corresponden a una parte del Tesoro de Guarrazar, que originariamente fue un regalo a la reina Isabel II. De época de esta reina es también el conjunto de las alhajas de la Virgen de Atocha, coronas cuajadas de brillantes y topacios de gran tamaño. Destacan asimismo una arqueta que perteneció a la infanta Isabel Clara Eugenia (siglo XVI), delicado trabajo renacentista decorado con entalles y camafeos, y un relieve en plata de Alessandro Algardi, San León deteniendo a Atila, reducción del conservado en la Basílica de San Pedro. Especial valor simbólico tienen la corona y cetro reales. La primera es de época barroca, realizada en plata sobredorada, mientras que el cetro es un magnífico trabajo renacentista, de manufactura bohemia, coronado por un orbe en cristal de roca. 
Fachada hacia los Jardines de Sabatini (©Vizuete)





Catedral de la Almudena 


Vista de las rejas con la catedral al fondo (©Vizuete)
La catedral de Santa María la Real de la Almudena es la sede episcopal de la Archidiócesis de Madrid. Se trata de un templo de 102 metros de longitud y 73 de altura, construido durante los siglos XIX y XX en una mezcla de diferentes estilos: Neoclásico en el exterior, Neogótico en el interior y Neorrománico en la cripta. 

Fue consagrada por Juan Pablo II en su cuarto viaje a España, el 15 de junio de 1993, siendo de este modo la única catedral española dedicada por un papa. 
Escultura de piedra de la Virgen de la Almudena, 

en una hornacina de la Cuesta de la Vega.

Según la tradición, este fue el lugar donde fue encontrada

milagrosamente la imagen, tras la invasión musulmana.

Está ubicada en el centro histórico de la ciudad. La fachada principal se encuentra frente al Palacio Real. La fachada del crucero mira hacia la calle de Bailén, y el acceso a la cripta se realiza por la Cuesta de la Vega, al final de la calle Mayor. A diferencia de la mayoría de templos cristianos, de orientación Este-Oeste, la catedral tiene una orientación Norte-Sur, fruto de su concepción como parte integrante del conjunto del Palacio Real. Está construida en piedra de Novelda (Alicante) y granito de las canteras de Colmenar Viejo, (provincia de Madrid). 

Los orígenes de la catedral de la Almudena pueden situarse en la pequeña iglesia de Santa María de la Almudena, de origen tardomedieval, que se emplazaba a pocos metros de la actual catedral. Durante siglos hubo intentos de dotar de mayor grandiosidad a la mencionada parroquia, intentos que fueron haciéndose más intensos con la progresiva importancia del imperio y de su capital. Según un informe de 1567: 

"Por el bien universal de la villa y su tierra, importa y tiene gran necesidad que se haga en ella una iglesia catedral y cabeza de Obispado" (Informe de 1567). 

Otra razón poderosa era la ausencia de obispado en Madrid —la capital pertenecía a la archidiócesis de Toledo— y el arzobispado de la ciudad imperial siempre se opuso a la segregación de la capital de la diócesis toledana. Así, se intentó ampliar y reformar la pequeña iglesia de Santa María hasta su desaparición en 1868, cuando finalmente se impuso la necesidad de construir una iglesia nueva que diera cabida al culto a la patrona de la ciudad. El día 4 de abril de 1883 el rey Alfonso XII puso la primera piedra del nuevo edificio, que sería la futura catedral de Madrid, en unos terrenos que, por mediación de la reina Mercedes, devota de la Virgen de la Almudena, fueron cedidos por el Patrimonio Real en 1879. 

Espaldarazo definitivo para la construcción fue la creación de la Diócesis de Madrid-Alcalá, mediante bula dada por León XIII, el 7 de marzo de 1885. Mientras se construía la catedral, la antigua iglesia jesuítica del Colegio Imperial, que en aquel momento tenía la consideración de colegiata, bajo la advocación de San Isidro, pasó a ser el templo catedralicio de la nueva diócesis. En 1964, Casimiro Morcillo recibió el título de Arzobispo-obispo, pero dentro de la provincia metropolitana de Toledo. No sería hasta la muerte de éste, en 1971, cuando el Cardenal Tarancón abandonó la Sede de Toledo para ocupar la de Madrid-Alcalá, con rango de archidiócesis. Esta archidiócesis pasó a llamarse archidiócesis de Madrid en 1991, con la restauración de la diócesis de Alcalá de Henares. 

El arquitecto, Francisco de Cubas, a cargo del proyecto, reformó su proyecto inicial como iglesia parroquial proponiendo una imponente catedral neogótica siguiendo la moda imperante en Europa por influencia de Viollet-le-Duc. Los trabajos comenzaron por la cripta, construida en estilo Neorrománico, con acceso por la Cuesta de la Vega y que no se abrió al culto hasta 1911, una vez concluida por Enrique María Repullés y Vargas. En esa misma época se levantaron los primeros pilares, pero los trabajos quedaron prácticamente abandonados hasta 1950, año en el que Fernando Chueca Goitia y Carlos Sidro ganan el concurso convocado para la terminación de las obras. El aspecto del templo cambiaría entonces, puesto que, aunque se mantenía el estilo gótico del proyecto primitivo para el interior de la catedral, el exterior sería ahora Neoclásico, siendo éste el aspecto que mantiene actualmente: de esta forma, la catedral se integraría con el entorno del Palacio Real. 

Las obras continuaron hasta su paralización en 1965, ante la falta de fondos y de apoyo del ayuntamiento. Transcurrieron casi veinte años hasta que, en 1984, se creó un patronato que consiguió el apoyo de instituciones públicas (que incluían el ayuntamiento y el Gobierno de España, ambos en manos de políticos de izquierda) y privadas para finalizar las obras. La catedral fue consagrada por el papa Juan Pablo II el 15 de junio de 1993, tomando el relevo de la colegiata de San Isidro, que había sido la catedral provisional de Madrid desde 1885. 

El 22 de mayo de 2004 fue escenario de la boda del príncipe de Asturias, Felipe de Borbón con Letizia Ortiz, siendo ésta la primera boda en celebrarse en la historia de la catedral. 

En 2005 se inauguró una exposición sobre la Inmaculada y España, organizada por la Fundación Las Edades del Hombre. 

El 20 de agosto de 2011, el papa Benedicto XVI presidió una misa con seminaristas en la catedral, dentro de los actos programados en la XXVI Jornada Mundial de la Juventud, siendo el segundo pontífice en visitar la catedral. 

Descripción 

Exterior 


Quizá el elemento más llamativo al exterior de la catedral sea la cúpula, que es doble; gótica vista desde el interior, pero claramente barroca al exterior. Está recubierta con pizarra, y presenta un tambor octogonal en el que se abren cuatro grandes huecos termales y una pequeña linterna como remate. Cuenta con doce estatuas, que representan a los apóstoles: San Felipe, San Bartolomé, San Mateo, San Simón, Judas Tadeo, Santiago Alfeo, San Matías, San Bernabé, San Pedro, Santiago Apóstol, San Juan y San Andrés. Son obra del escultor Luis Sanguino. 

Fachada principal 

La fachada principal, hacia la plaza de la Armería, es la situada a los pies del templo, y mira hacia la cara sur del Palacio Real. Se compone de un gran pórtico de columnata doble, siendo el piso inferior de inspiración toscana y el superior jónico. Este conjunto, de aire neoclásico, fue rematado después de la consagración de la catedral por una hornacina barroca, cobijando una imagen de la Virgen de la Almudena. Se colocaron también cuatro estatuas, obra del escultor Ramón Chaparro, que representan a cuatro santos españoles: san Isidro Labrador, santa María de la Cabeza, santa Teresa de Jesús y san Fernando, realizadas en piedra blanca de Colmenar Viejo. 

Fachada principal desde el patio de armas del Palacio Real (©Vizuete)
En el balcón, una vidriera de diez metros cuadrados que representa a la Virgen de Lis. Y cuatro estatuas que representan a los cuatro evangelistas, del escultor José Luis Parés. 

Hay dos grandes escudos, ejecutados también por el escultor Parés. Ubicados en la parte inferior, están realizados en piedra: representan las Armas plenas de la Casa Real Española y el escudo del papa que consagró la catedral, Juan Pablo II. Junto a los escudos, en dos hornacinas, están las estatuas de san Pedro y san Pablo, obra de Juan de Ávalos; rematando las hornacinas, dos relieves, la Entrega de las llaves a san Pedro y la Conversión de san Pablo. 
Puerta central de bronce ©Vizuete






Las puertas son de bronce. La central tiene adornos con el tema trinitario, ante lo que fue el Nuevo Milenio del 2000; una de las laterales hace referencia a la Monarquía católica de España, con efigies de los reyes de la Reconquista; la otra, está dedicada a Hispanoamérica. Son obra también del escultor Sanguino. 
Pasillo de unión de las capillas laterales ©Vizuete


De las dos torres de esta fachada, a la de la derecha se la conoce como "Mariana" o "de los gallegos", ya que las campanas han sido donadas por gallegos y cada una de ellas tiene una advocación mariana castiza: Santa María la Real de la Almudena; Santa María de la Paloma; Santa María de Atocha y Santa María de la Flor de Lis. En la torre de la izquierda, que da a la calle Bailén, está el carillón, fabricado en Saldaña (Palencia), al igual que las campanas Benedicta, Ancilla Domini, Magnificat y Gratia Plena. 

Fachada de Bailén 


Fachada de Bailén, vista desde la calle Mayor (©Vizuete)
Esta fachada es la que se utiliza diariamente para el acceso a la catedral. Corresponde a la parte oriental del crucero del templo, dando vista a la calle Bailén. En el diseño de esta fachada se advierte cierto influjo escurialense en su monumentalidad y desnudez, solo rota por las puertas de bronce. Son éstas obra, asimismo, del escultor Sanguino. La lateral de la izquierda representa el hallazgo de la Virgen de la Almudena por el rey Alfonso VI de Castilla, en el año 1085; la central, recuerda el día de la inauguración de la Catedral por el papa Juan Pablo II, el 15 de junio de 1993, con imágenes de los reyes Juan Carlos I y Sofía, doña María de la Mercedes, madre del Rey, y el entonces arzobispo de Madrid, Ángel Suquía; por último, la puerta lateral derecha ilustra la procesión de la Virgen de la Almudena el 9 de noviembre, día de su fiesta, por las calles de Madrid. En ella se ve al actual cardenal-arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, y los monumentos más emblemáticos de la ciudad. La fachada se completa con las estatuas de san Joaquín y santa Ana, padres de la Virgen María, también obra de José Luis Parés. 
Escultura de Juan Pablo II (©Vizuete)

Frente a esta fachada, se ha construido una plaza que le sirve de atrio amplio. Se conoce comúnmente como la plaza de Juan Pablo II por la estatua de más de tres metros que representa a éste papa, realizada por el escultor Juan de Ávalos. La plaza está adornada, además, con cuatro fuentes y farolas de estilo fernandino. A esta plaza se accede por una escalera imperial. 

Todo el conjunto está cerrado por rejas, coronadas por las estatuas en bronce de san Antonio María Claret, san Ignacio de Loyola y san Juan de Ávila, obra de la escultora Consuelo Perea. 

Interior 

Interior de la catedral hacia el presbiterio
La catedral tiene planta de cruz latina, compuesta por una nave central y dos laterales, amplio crucero de tres naves; cabecera curva con girola y cinco capillas radiales. Contrasta el exterior de la catedral, de estilo ecléctico en el que predominan las líneas neoclásicas y barrocas, con el interior, que sigue los patrones del estilo neogótico, incluyendo vidrieras polícromas y triforio. Gran parte del mobiliario litúrgico sigue también este estilo. La mesa del altar mayor es de mármol verde, y se encuentra en el centro del crucero. A la derecha del mismo se encuentra la cátedra episcopal, de líneas gotizantes, tallada en nogal en 1885. Detrás del altar mayor, preside el presbiterio una escultura de Cristo crucificado, de estilo Barroco, obra del insigne imaginero cordobés Juan de Mesa y Velasco (1583-1627), realizada en 1620 y que al igual que la sillería del coro, procede de la Colegiata de San Isidro, para la que fue encargado por el Colegio Imperial. 

Interior de la catedral hacia el órgano. 

La Virgen de la Almudena, patrona de la ciudad, tiene su altar en el crucero de la nave derecha, frente a la entrada por la calle de Bailén. Es un altar elevado, al que se accede por dos escaleras laterales con barandilla de bronce. La escultura original, representando a la Virgen con el Niño en sus brazos, es una imagen de madera tallada y policromada, de estilo Gótico; está colocada en la hornacina central de un valioso retablo, realizado por Juan de Borgoña a finales del siglo XV. Lo forman dieciocho tablas representando escenas de la vida de Jesús y María. La imagen de la Virgen se halla elevada sobre un trono de plata del siglo XVII, con ciriales y resplandores del mismo material. 

Bajo el arco rebajado formado por las escaleras, se halla la sepultura de la reina María de las Mercedes, esposa de Alfonso XII. Sus restos fueron trasladados desde El Escorial en el año 2000, cumpliendo la voluntad de la soberana de ser enterrada a los pies de la Virgen, de la que era muy devota. En el espacio del crucero se puede contemplar también una excelente escultura representando la Caída de Jesús con la Cruz, conocida como Cristo de la Misericordia. Es una talla de vestir, barroca, de intenso realismo y veraz policromía, atribuida a Juan Martínez Montañés. 

Al comienzo de la girola, se encuentra la Capilla del Santísimo, decorada con tapices y reservada a la adoración eucarística, que centra la atención de la capilla con un moderno sagrario-ostensorio. También recibe culto en esta capilla la talla de la Virgen del Monte, escultura medieval, gótica, del siglo XIII. 

En la intersección con el crucero, cerca de aquélla, se expone un gran cuadro, que presidió durante algún tiempo el altar mayor de la catedral, representando Los preparativos para la Crucifixión. Procede del desaparecido convento madrileño de los Capuchinos de la Paciencia, y es obra de Francisco Ricci (1651), siendo notables la atmósfera recargada, movida y tensa que describe el pintor, y la agilidad de la pincelada. Se trata, sin duda, de una obra clave del Barroco decorativo español y una de las obras señeras de cuantas guarda el templo. A los pies de este lienzo, un excelente Cristo Yacente de Juan de Ávalos, de anatomía muy realista. En el brazo del crucero opuesto, se puede contemplar un retablo de tablas pintadas de estilo Gótico, obra de un taller castellano de los siglos XV-XVI. 

La capilla central de la girola está dedicada a san Isidro Labrador y su esposa, santa María de la Cabeza, cuyas imágenes, tallas policromadas barrocas, atribuidas a Juan Villabrille y Ron (siglos XVII-XVIII), flanquean el arca funeraria, del siglo XIII, que durante un tiempo contuvo los restos incorruptos del santo (en la actualidad, en la Colegiata de San Isidro). Es ésta una obra singular de arte medieval, con diversas escenas pintadas con pasajes de la vida del santo. 

Nave central 

Cúpula central ©Vizuete
Las capillas laterales de la nave central están dedicadas a santos contemporáneos: san Josemaría Escrivá de Balaguer; santa María Micaela del Santísimo Sacramento; beata Mariana de Jesús, mercedaria nacida en Madrid; santa Maravillas de Jesús, madrileña, carmelita descalza; santa Ángela de la Cruz; san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac; san Pedro Poveda; santa María Soledad Torres Acosta y santa María Josefa del Corazón de Jesús. Todas ellas se organizan y decoran con imágenes y mobiliario de estilo contemporáneo. 

La cubierta de la nave principal, a diferencia de las laterales que siguen los esquemas góticos (bóveda de crucería simple), se resuelve mediante una ingeniosa solución de hormigón alveolado, lo que permitió reducir costes y trabajo. La decoración pictórica de esta estructura es de carácter geométrico, obra del pintor José Luis Galicia, dentro de un estilo que recuerda los tradicionales artesonados mudéjares, sobre todo en la profusa utilización del pan de oro y gamas de colores contrastantes. La cúpula, pintada por el mismo artista, tiene como motivo los cuatro elementos (tierra, mar, fuego y aire) en sus cuatro vértices, que sostienen a la bóveda celeste. 

Detalle escultórico (©Vizuete)
El órgano de la catedral, situado a los pies de la misma, fue construido por el organero Gerhard Grenzing, siendo una pieza excepcional. Consta de cuatro teclados, más un teclado de pedal, y tiene acoplamientos mecánicos y eléctricos: el teclado de las caderetas exteriores cuenta con dieciséis líneas de tubos, el mayor tiene once líneas; veintiuna líneas de tubos son para el teclado expresivo, nueve para la trompetería y el pedal suma trece líneas más.

El 28 de abril de 2004, el cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid, bendijo las pinturas y vidrieras que decoran el ábside de la catedral. El conjunto ha sido muy controvertido, dudándose del gusto estético y la originalidad y pertinencia del mismo. 

Los murales representan (de izquierda a derecha): El Bautismo, La Transfiguración, La Crucifixión, Cristo Pantocrátor, La Resurrección, La Ascensión y La venida del Espíritu Santo en Pentecostés. En el centro de la composición, presidiendo toda la catedral, la imagen del Pantocrátor, representado como Jesús en su Segunda Venida. En el libro abierto que sostiene el Pantocrátor está escrito: Amad a vuestros enemigos. ¡Vengo pronto!. Estas pinturas recuerdan en su estilo general a los tradicionales iconos de las iglesias ortodoxas, apreciándose un matiz contemporáneo en los detalles. 

Sobre las pinturas, hay dispuestas siete vidrieras dedicadas a la Palabra o Verbo de Dios, con su nombre en diferentes idiomas: latín (Verbum), griego (Logos), hebreo (Dabar), siríaco (Melaj), ruso (Slovo) y español (Palabra). En el centro, el nombre de MARÍA. Las vidrieras, no siendo figurativas, crean un equilibrio entre las figuras pintadas, el cromatismo de las vidrieras y el del techo, y todo ello enmarcado en una arquitectura neogótica, en una síntesis entre tradición y modernidad.



Maqueta de fachada principal de estilo gótico
diseño del Marqués de Cubas.

Maqueta de fachada lateral de estilo gótico
diseño del Marqués de Cubas
























Fuentes: Wikipedia.