sábado, 18 de mayo de 2013

Historia de las calles 6: Puerta del Sol

Placa de Azulejos indicador
de la Puerta del Sol

Puerta del Sol

La secular encrucijada de la Puerta del Sol enlaza, por un lado, los Jerónimos y el camino de Alcalá con el antiguo núcleo del Alcázar -más tarde Palacio Real- y de la Plaza Mayor; y, por otro, une el sector meridional, a través de las bien alineadas calles de Carretas y de la Cruz, con los dos importantes caminos de Hortaleza y del Alto de Fuencarral. Carácter de encrucijada que aún conserva como fundamental y que se encuentra reflejado tanto en la densidad de tránsito rodado que soporta (en la actualidad poco, ya que está restringido) como en la confluencia de terminales de líneas de transportes colectivos de superficie -llevadas hoy muchas de ellas a las plazas adyacentes: Ópera, Ramales, Santa Cruz, Benavente, Red de San Luis, Santo Domingo- y en el importante centro de la red del Metropolitano y Tren de Cercanías que constituye la estación de Sol.

Entrada al metro en la Puerta del Sol ©Vizuete
Ubicación tan privilegiada es la que le ha deparado su personalidad, obligado a las reformas urbanas -siempre buscando mayor fluidez-, condicionado la utilización de su suelo -hoy exclusivamente dedicado al sector servicios- y relegado a que las gentes la crucen rápidamente, empleándola, a lo sumo, como lugar de cita para, de inmediato, pasar a una zona más tranquila. Ahora la Puerta del Sol no es lugar para estar: ya no hay gradas de San Felipe, ni acogedores cafés, convertidos en rápidas cafeterías de barra o restaurantes en los que domina el fast-food.
Recientes zapaterías, tiendas de confección y de deportes tratan de captar a la riada de clientes que van hacia los grandes almacenes de Preciados y Callao, mientras las tradicionales de abanicos y mantillas mantienen su singular clientela (aunque, en la actualidad, se mantienen gracias al turismo). Las administraciones de lotería atraen a un público fiel que, mientras los reventas vocean sus décimos para el próximo sorteo, hace cola y espera, confiado, en la aventura del azar. El continuo ir y venir de taxis y buses no impide que sean muy numeroso los transeúntes que, rodeados de un incesante entrar y salir por las cinco bocas del metro, permanecen ante los escaparates de los comercios, en las paradas de autobús, en los semáforos o alrededor de los quioscos de periódicos. Para forasteros y madrileños este paso obligado sigue siendo el más vivo resumen de Madrid.

DE PUERTA PERIFÉRICA A CENTRO DE LA VILLA.
Es en el siglo XV cuando, en la cerca de Madrid, surge propiamente la Puerta del Sol. Con anterioridad formaba parte deuna de las zonas más pobladas del arrabal de la Villa, incluso hubo algún momento en que el arrabal terminaba en donde hoy se encuentra la Puerta del Sol: Madrid se iba extendiendo muy lentamente, desde la parte del Alcázar hacia el Oriente, único sitio por el que topográficamente era factible. El caso es que ya en 1478 existía una Puerta del Sol, presumiblemente en el mismo lugar que hoy ocupa. El por qué del nombre ha de atribuirse a que miraba hacia Oriente, hipótesis admitida por todos los cronistas, aunque León Pinelo también indica que en 1520 con "ocasión de las Comunidades para asegurarse esta Villa que los bandoleros y comuneros que infestaban la tierra hizo un foso por la parte en que hoy está el hospital de la Corte y fabricó allí un castillo en que por estar al Oriente o porque fue voluntad del que ordenó la obra se pintó un sol encima de la puerta que servía de entrada común de Madrid por aquella parte"
La puerta del Sol en el siglo XVII ya es el centro indiscutible de la Villa;
 las calles de mayor tránsito confluyen en ella (Plano de Texeira)
La primera descripción que tenemos de la Puerta del Sol data del año 1539, en que fue de nuevo construida para sustituir a la antigua. No tenía carácter monumental alguno, sino defensivo: de ladrillo y cal, y en lo alto, rematada por seis almenas. Durante poco tiempo cumpliría su función, pues el crecimiento de Madrid desde 1561 -año en que se instala la Corte- es cada vez mayor, circunstancia que explica el hecho de que la cerca, construida en 1566, abarque hasta más allá de la Puerta del Sol, y es verosímil que por esta fecha fuera demolida aquella puerta "con anchura suficiente para que pasasen dos carros a la vez"
La Puerta del Sol pierde su carácter periférico y, poco a poco, ocupando una posición central, empezarán a surgir en ella grandes construcciones: en 1560 comienzan las obras de la iglesia del Real Hospital de la Corte y, también por este época, las de San Felipe el Real y las de Nuestra Señora de la Victoria. durante casi tres siglos presentó un tiple aspecto: el de punto central de la ciudad -disputándoselo a la Plaza Mayor, aunque ésta siempre la superó por su espacio regular y organizado, en estética y lugar simbólico-, el de núcleo de máxima actividad vital y lugar principal de todas las efemérides cortesanas y religiosa.
El viernes santo de 1568 sale por primera vez de la iglesia de la Victoria la Procesión de la Soledad, con más de dos mil "penitentes de sangre" y más de cuatrocientos "de luz"; lo mismo ocurría con la llamada de los Ajusticiados, que consistía en trasladar los restos de los reos -esparcidos por los caminos- primor al hospital de Antón Martín, y el Viernes de Pasión al convento de la Victoria, en donde recibían sepultura. Aún había otra importante procesión que salió por vez primera en 1570, el Domingo de Resurrección, antes de amanecer. Por un lado, salía de la iglesia de la Victoria la Virgen de la Soledad y, por otra puerta del misma iglesia, "el santísimo Sacramento acompañado de muchas luces, señores y cofrades, y todas la religiones con albas, estolas y collares de oro y piedras, que como era de noche lucían mucho:"; ambas se encontraban en la Puerta del Sol, desde donde, descubierta la imagen de la Virgen, regresaban a la iglesia.
Los acontecimientos cortesanos también se celebraban con gran esplendor y pompa. El domingo 26 de noviembre de 1570 entraba por primera vez en Madrid Ana de Austria, esposa de Felipe II, y Madrid la preparó un fastuoso recibimiento. La Puerta del Sol fue engalanada con un "arco con vistosa traza, grandes figuras y suntuosa fábrica, en que las principales eran dos de a 27 pies pies que significaban a España y las Indias ofreciendo cada una su reino". Mas el recinto no decía estar en muy buen estado cuando veinte años más tarde aquel monarca ordenaba a la Junta de Urbanismo que se continuara la urbanización desde la Puerta de Guadalajara (en la calle Mayor con Milaneses) hasta la Puerta de la Pestilencia, nombre que también debía recibir la del Sol por encontrarse en ella el hospital de la Corte.
No faltaban edificios singulares: el hospital de Corte e iglesia del Buen Suceso, los conventos e iglesias de San Felipe el Real y de Nuestra Señora de la Victoria y la capilla de la Soledad, todos ellos hoy desaparecidos, merecen les dediquemos un recuerdo detallado.

REAL HOSPITAL DE LA CORTE E IGLESIA DEL BUEN SUCESO
Día festivo de 1773. Al fonto la fuente de "la Mariblanca"
y las iglesias del Buen Suceso y la Victoria.
 Pintura de Luis Paret. Museo Nacional de la Habana, Cuba.

Para algún cronista la fundación del Real Hospital de la Corte se remonta a 1438, pero es más probable que lo crearan los Reyes Católicos en 1489 con el fin de que se sirvieran de él los criados de la Real Casa y los soldados pobres; Carlos I, en 1529, obtuvo del Papa Clemente VII una bula que le otorgaba carácter oficial. La construcción en Madrid, entre la calle de Alcalá y la carrera de San Jerónimo, de una enfermería y una capilla no comenzó, sin embargo, hasta 1560,y con muy lento ritmo. No disponemos de noticias ciertas hasta que en 1590 se decide rehacerlo, dada la situación de ruina en que se encontraba; y aunque las obras, por falta de dinero, avanzan con lentitud, no obstante en 1599 se mantenían de cincuenta a sesenta  camas. Por fin, en 1628, quedan concluidas la iglesia y el hospital. La primera era de planta de tres naves y con capillas laterales; y la fachada, de piedra berroqueña, con columnas que sostenían un entablamento de orden dórico, ostentaba una hornacina con la imagen de la Virgen. A la fachada se anteponía una pequeña lonja. Su interior lo constituía un gran retablo en la capilla mayor -dedicada a San Andrés-, obra de Pedro de la Torre (1637), en el que -en 1640- se puso un camarín para albergar la imagen de la Virgen del Buen Suceso, donada a la iglesia en 1611 por el Hermano Mayor de la enfermería, Gabriel Fontanet, y puesta en una de las capillas laterales. Del camarín, de exuberante barroquismo, se ha escrito "que, emboscados los ojos, se pierden como en laberinto"; seis capillas más completaban el interior. La parte dedicada a hospital, compuesta de salas "capaces, hermosas, claras y limpias", estaba cubierta por bóvedas de medio punto, y las fachadas adornadas con balcones y rejas. A finales del siglo (1697) la iglesia, amenazada de inminente ruina, fue reedificada por José del Olmo. En esta reconstrucción aumento su longitud mediante la ampliación de la nave en detrimento de lo que antes fuera lonja. Las posteriores reformas tan sólo consistieron en cerra el pórtico con una reja, pues estaba "expuesto a la contingencia de que la liberta y poco temor de Dios de la juventud pudiese ocasionar algunos escándalos y pecados"; en 1713 se construyó una nueva lonja. Su interior albergaba destacados lienzos de Pedro de Valpuesta y las pinturas del patio fueron realizadas en 1693 de acuerdo con lo ideado por Antonio Palomino. Años después, saqueada la iglesia y destrozados su retablos durante la Guerra de la Independencia,  hubieron de ser encargados otros nuevos en 1832. En otra ocasión se varía la silueta del frontón de la fachada, en donde se añade un nuevo reloj, iluminado por gas.
Nuestra Señora del Buen Suceso centró gran parte de la devoción de los madrileños, continuada cuando en 1868 se consagró el nuevo templo de la calle de la Princesa, también hoy desaparecido.

SAN FELIPE EL REAL Y "EL MENTIDERO"
Iglesia y convento de San Felipe el Real. Fundado en 1547 y
demolido en 1838 por aplicación de las leyes desamortizadoras.
Las gradas de San Felipe fueron lugar de encuentro de todos los
desocupados de la Villa y Corte, el más popular de sus mentideros.
Ilustración litográfica de J. Cebrián. 
En la calle Mayor, entre las del Correo y Esparteros, se fundó en 1547 el convento de San Felipe el Real, de la Orden de los Agustinos Calzados. Reedificada con motivo del incendio que sufrió la iglesia en 1718, sólo se conservaron del antiguo templo las portadas exteriores. La principal, enmarcada en un arco de medio punto, tenía un primer cuerpo de orden dórico y, como metopas, medallones con los doctores de la Iglesias y el escudo de la Orden. El segundo cuerpo, de pilastras jónicas rematado por un frontón triangular, contenía una hornacina con la imagen de San Agustín; similares eran la portada lateral y la que daba acceso al convento; y en la hornacina de la iglesia se encontraba una escultura de San Felipe Apóstol, obra de Manuel Pereira. El retablo perdido en el incendio era de Patricio Caxés, con esculturas atribuidas a Pompeyo Leoni; el nuevo lo construyó Churriguera. En el interior, además de los sepulcros de Fernando de Somonte, contador de Carlos I, y de su mujer Catalina Reinoso, se hallaban entre otras, según Ponz, obras de Luis Meléndez, Andrés de la Calleja, Juan de Mena, Ricci, Francisco Camilo, Francisco Herrera el Mozo, un San Agustín de José Ribera y una capilla de Pedro Arnal.
Mención aparte merece el claustro, ponderado por todos los críticos y, en opinión de Ponz, "una de las mejores obras que hay en Madrid". Constaba de dos plantas, con veintiocho arcos cada una, todo ello en granito cárdeno y orden dórico. En el centro una fuente de mármol completada el conjunto de gran influencia escurialense. El claustro se comenzó en 1600, siguiendo las trazas de Andrés de Nantes, corregidas después por Francisco de Mora; Martín de Cortaire terminaba en 1619 la parte adosada a la iglesia y su padre, Mateo de Cortaire, construía la escalera; el frente del mediodía  lo realizaron, hacia 1650, Pedro y Gaspar de la Peña. Los muros estaban decorados con cuadro de José García, Francisco Ribalta, Eugenio Caxés y Antonio Arias.
La gran popularidad que consiguió fue debida a que la lonja alta que rodeaba al tempo -las gradas de San Felipe- fueron durante dos siglos lugar de cita de todos los desocupados de la Villa y Corte, lo que se llamó el mentidero. Lugar de reunión de pícaros y soldados, en donde se comentaba o inventaba la actualidad, de allí brotaban las patrañas "como bola de nieve que después recorría la ciudad" o, en palabras de Vélez de Guevara, "de él salen las nuevas primero que los sucesos". No son escasos los testimonios literarios de la época; Agustín Moreto, por boca de uno de sus personajes, dice: "Mas yo con estas gradas me consuelo / de San Felipe, donde gran contento / es ver luego crecido lo que miento... / Por la mañana yo, al irme vistiendo, / prendo una mentirilla de mi mano / vengo luego y aquí la siembreo en grano, / y crece tanto, que de allí a dos horas / hallo quien con tal fuerza la prosiga, / que a contármela vuelve como espiga." Imposible no recordar el mundo quevedesco o sucesos como el del asesinato del conde de Villamediana, en el que se rumoreaba la complicidad del mismo rey.

IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA VICTORIA
Iglesia y convento de la Victoria y capilla de la Soledad,
según dibujo y litografía de E. Lettre.

El tercer monumento arquitectónico que marcaba el aspecto físico de la Puerta del Sol era la Iglesia y el convento de la Orden de los Mínimos de San Francisco de Paula. Fundado por fray Juan de Vitoria, provincial de la Orden, según licencia real expedida en Toledo en 1561, se edificó sobre los terrenos donados por Miguel de Cerezeda y Salmerón y Catalina de Vitoria, viuda del capitán Pedro Gaitán, situados en la carrera de San Jerónimo, frente al Buen Suceso. La portada de la iglesia, obra del maestro de cantería Sebastían Sánchez (1597), mereció que Ponz -fustigador de la estética barroca- le atribuyera el calificativo de "malísima cosa" si bien "razonable" la escultura que la acompañaba. La obra de "la torre nueva" estuvo a cargo de Juan de Aguilar († 1646) El interior contenía seis retablos; en el de la capilla mayor, realizado en 1600 por Antón Morales, figuraban las esculturas de Santa Catalina, Santa Lucía, Santa Águeda y Santa Polonia. Además de las de Cristo, San Juan y la Virgen, y relieves con la vida de San Francisco de Paula. Otro de los retablos se debía al escultor Juan de Porres y al pintor Gabriel Montes. Lo completaban cuadros de José Donoso, Antonio Palomino y Eugenio Caxés. También había algunos retratos realizados por fray Matías de Irala, religioso del mismo convento, grabador de láminas y autor del Método sucinto y compendioso de cinco simetrías.
Anejo al convento se construyó, en 1616, la capilla de la Soledad, quitando parte de la portería y parte del refectorio, con sus tres naves, crucero y capilla mayor, presbiterio y altares colaterales. El retablo, probablemente del entallador y arquitecto toledano Toribio González y del pintor madrileño Francisco López, contenía la famosa talla de la Virgen de la Soledad, una de las imágenes mas veneradas por el pueblo madrileño, obra de Gaspar Becerra; reducida a la cabeza y a las manos y completada con ricos ropajes, se perdió para siempre en 1936. 

LA FUENTE DE "LA MARIBLANCA", TESTIGO DE TODA UNA ÉPOCA.

En el siglo XVII la Puerta del Sol ya es el centro indiscutible de la Villa -el plano de Texeira lo muestra fehacientemente -, además de ser el lugar más concurrido de toda la Corte: gentes de toda condición social se acercaban a los tenduchos de calzas y juguetes que se abrían bajo la lonja de San Felipe, o a las múltiples librerías que la rodeaban. Incluso entre la calle Mayor y Arenal se encontraban las casa de mancebía, que más tarde se trasladaron a la del Carmen.
El ambiente alrededor de la fuente de "la Mariblanca"
-aguadores, clérigos, damiselas.. - captado, hacia 1833
por el artista y viajero ingles John Lewis (1805-1876).
Pero donde la plaza tomaba una especial animación era alrededor de la fuente que había frente al Buen Suceso. En los primeros años de aquel siglo se construyó una muy modesta, pero pronto la municipalidad edificó una nueva: la conocida popularmente por "la Mariblanca". Se encargó inicialmente a Juan Gómez de Mora, mas a la postre el proyecto y el modelo lo haría en 1618 el escultor italiano avecindado en Madrid Rutilio Gaci; las obras fueron muy lentas, de un pilón circular y sobre un pedestal octógono, se levantó, airosa, la fuente más popular de Madrid. Los chorros de agua salían por una máscaras de bronce rodeadas de escudos de armas de la Villa y cartelas de mármol blanco. En la parte superior unas tazas rebosaban el agua que unas arpías arrojaban por los pechos, entre los escudos con las armas reales. Todo el conjunto, de cerca de cinco metros de altura, iba coronado por una peana sobre la que se alzaba la alegoría de la Fe, quizá traída de Italia, y pronto conocida por "la Mariblanca".
Durante el siglo XVII estuvo sometida a diversas reformas: en 1726 fue el "reparo y reedificación", según trazas de Pedro de Ribera, maestro mayor de fuentes; durante la segunda, en 1781, se rehizo el pilón. Después de más de dos siglos de estancia en la Puerta del Sol, en 1838, la comisión de fuentes decide suprimirla por "estar en muy mal estado y constituir un estorbo"; la fuente fue demolida y el pilón y "la Mariblanca" aprovechados para la fuente de la plaza de las Descalzas. Cuando, en 1894, se suprime también esta fuente, comienza la danza de "la Mariblanca", primero a los almacenes de la Villa, después (1914) al parque del Retiro, posteriormente al Museo Municipal, luego (1969) al Paseo de Recoletos, de donde volvió a ser retirada, debido a los daños causados por el vandalismo, para pasar (después de ser restaurada) al Museo de Historia de Madrid. Actualmente se encuentra en la Casa de la Villa. 
La fuente de "la Mariblanca" fue testigo tanto de las alegrías como de las tristezas que vivió el pueblo madrileño durante los años de crisis que coinciden con los reinados de Felipe IV y Carlos II. Fastuosa fue la procesión organizada con motivo de la inauguración del nuevo altar de la Virgen del Buen Suceso. Se erigieron en Madrid ocho altares, dos arcos de triunfo y dos portadas. El frontispicio de la iglesia del Buen Suceso se adornó con la "colgadura célebre de las fuentes, reposteros ricos y uniformes de los duques de Lerma". 
No sería tan risueño el espectáculo que mostraba la Puerta del Sol durante los meses de Junio y julio de 1649 cuando por allí pasaron innumerables procesiones de penitencia, rogando para que la peste -que ya asolaba Andalucía- no llegara a Madrid. Miles de fieles participaban en estas procesiones nocturnas, que se sucedían unas a otras, con cruces, calaveras, andando de bruces o simplemente con una vela y descalzos. Pero la vida en la Puerta del Sol continuó su ritmo: en agosto de aquel año, y ante la admiración general, pasaba el embajador del Gran Turco; se siguen manteniendo frente a la lonja del Buen Suceso "indecentes concurrencias y conversaciones", mientras los aguadores de "la Mariblanca" apagaban la sed de los madrileños.

EL SIGLO DE LOS ILUSTRADOS. LA CASA DE CORREOS.
Vista de la Casa de Correos con "la Mariblanca" al frente ©Vizuete

No obstante los múltiples cambios por los que ha atravesado, es posible reconstruir, con visos de certidumbre, la imagen que presentaba antes de las grandes reformas del siglo XIX. Según los planos y estampas de la época, no rea sino una plazuela, circundada por un caserío bastante regular, con edificios de cuatro a cinco plantas, alguno de ellos diseñado por Juan Bautista Saqueti; como nota dominante ostentaba ser el lugar "más concurrido de Madrid", al decir de Ventura Rodríguez, pues tenía el carácter de paso obligado, en el que se central el comercio; durante el siglo XVIII se localizaron en la plaza no menos de once librerías, y en 1759, aparte de los conventos de San Felipe el Real y de Nuestra Señora de la Victoria, el hospital e iglesia del Buen Suceso y el colegio de la Inclusa, se contaban más de treinta comercios, entre ellos la Real Fábrica de Medias, un espadero, un joyero, zapateros, librerías, botica, ebanistería, figones, barbería, panadería, mercaderes de paños... y, junto a la fuente de "la Mariblanca", cajones para la venta de carnes, tocinos y verduras; los de frutas hallábanse junto a la Victoria, mas los tenduchos de San Felipe.
En las grandes solemnidades cobra una nueva visión: los balcones son engalanados con colgaduras de múltiples colores y se levantan efímeros monumentos, como en el caso de la exaltación de Carlos III al trono, cuando la fuente de "la Mariblanca" se rodeó de una rotonda compuesta de ocho columnas terminadas en unas ninfas que sostenían guirnaldas de laurel.
En este escenario se acordó construir una nueva Casa de Correos, que también debería servir "de mucho ornato y policía" a la plaza. Desde 1756 a 1760 Ventura Rodríguez se ocupó en dirigir los trabajos de derribo de las dos manzanas, con un total de veintitres casas, para preparar el solar donde se habría de alzar el nuevo edificio, levantado según los planos que presentó el arquitecto francés Jaime Marquet, académico y director honorario de la Real de Bellas Artes de San Fernando, quien llegó a España al servicio de los duques de Alba para quienes construyó el palacio de Piedrahita (1755-1756), trabajando más tarde para el Palacio de Aranjuez. El proyecto de Marquet fue alterado por el conde de Aranda, fundamentalmente en la zona destinada a la escalera, pues habilitó una parte del edificio como cuartel de una guardia de Prevención, sospechando futuras algaradas populares, ya que la Puerta del Sol había tenido un destacado protagonismo en los sucesos del Motín de Esquilache.
La Casa de Correos, que durante los años del franquismo y hasta aproximadamente el año 1984 ha sido Dirección de la Seguridad del Estado, de triste recuerdos; en la actualidad es -tras la llegada de la democracia-  la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, ha llegado a ser uno de los edificios más característicos de Madrid, es de planta rectangular y comprende dos patios porticados de granito sobre los que se ordenan las distintas dependencias que, al correr del tiempo, han sufrido diversas transformaciones. La fachada principal -recorrida al igual que las laterales por un zócalo de granito- está formada por cinco cuerpos ordenados simétricamente. El central, de almohadillados sillares de piedra caliza, comprende la puerta principal, de arco de medio punto con un medallón de Hércules sobre la clave, flanqueada por dos vanos; a la que se superponen tres vanos de sencillas molduras y un recuadro con guirnalda sobre cada uno de ellos, que dan lugar a un volado balcón corrido apoyado en cuatro grandes mésulas de cabeza de león que sostienen una argolla con la boca. La cornisa es rematada por un frontón triangular que ostenta el escudo real con leones y trofeos, obra, al igual que el resto de la decoración, del escultor Antonio Primo. En un plano algo inferior, los cuerpos intermedios, de tres plantas -bajo, entresuelo y principal- y cinco vanos cada una, que en las dos últimas forman balconcillos; los paños de ladrillo visto contrastan con la piedra caliza del enmarcado de los vanos y proporciona a todo el conjunto una austera decoración geométrica. Los cuerpos extremos de la fachada, de aparejo pétreo y una sola fila de vanos, repite en la planta principal la decoración  de guirnalda y enlazan con las fachadas laterales por medio de un chaflán curvo; en dichas fachadas se repite la misma composición que en la principal, pero suprimiendo el cuerpo central. Las tres fachadas son recorridas por una cornisa a la que se sobrepone un antepecho en el que alterna el ladrillo con la piedra. La fachada que corresponde a la calle de San Ricardo es toda de ladrillo, sin ninguna decoración, en la que monótonamente se abren los vanos. Es, pues, de un estilo ecléctico entre el rococó y el neoclásico.
Templete de la Casa de Correos con el famoso reloj
y bola ©Vizuete
En 1847 dejó de prestar servicio como Casa de Correos y fue ocupado por el Ministerio del Interior, siéndole añadida una torreta metálica para el espejo telegráfico, más tarde suprimida. Al quedar la plaza sin reloj cuando fue derribado el Buen Suceso, se puso al mismo en la fachada; en 1866 se instaló el actual, obsequio del relojero Losada, lo que motivó la construcción que hoy presenta sobre el frontón, desvirtuando al resto del edificio. Más tarde se levantó el templete que cobija a la no menos famosa bola que desciende al dar las doce campanadas.



Fuente: Madrid, 1980 (Espasa Calpe)

No hay comentarios:

Publicar un comentario